domingo, 9 de septiembre de 2007

LA NEUROPSICOLOGÍA DE ALEXANDER LURIA

Pedro Ortiz C. * No es tarea fácil comentar y mucho menos discutir la obra de alguien que dedicó su vida a la comprensión y explicación de uno de los más serios problemas humanos, el de los déficit de las capacidades superiores del hombre causados por las afecciones del cerebro, y por ende a la explicación de la actividad cerebral en sí. Por fortuna, no es difícil valorar su obra, aunque fuese sólo como respuesta afectiva ante la magnitud de su contribución al progreso de la humanidad. Alexander Romanovich Luria murió en 1977 a los 75 años de edad. Había trabajado en el Instituto Burdenko de Neurocirugía de Moscú, donde desarrolló casi toda la investigación clínica y experimental que después la tradujo en la teoría neuropsicológica que de inmediato se llegó a conocer en todo el mundo. Mucho antes que él había muerto Lev Vigotsky, a quien le ligaron los lazos del discípulo y cuya obra le tocó continuar. Pero si bien su maestro le dejó el esquema inicial casi completamente estructurado, es importante vincular estrechamente la Neuropsicología de Luria a la obra de Sechenov, Pavlov, Anojin, Leontiev, y por qué no a la de sus discípulos como Eugenia Homskaya. Más aún, a Luria no le fue ajena la obra de Jackson, Wernicke, Head, Teuber, Pribram, Critchley, Miller, McCulloch, Penfield, Wiener y demás fundadores de las ahora llamadas neurociencias, a quienes citó y criticó muchas veces. y es que Luria siguió una línea de pensamiento que no se puede aislar de las obra de quienes encararon aquellos problemas dentro de un esquema conceptual cuyo eje es la superación del dualismo subyacente a la relación entre mente y cerebro. En realidad, su síntesis es creadora, y la magnitud de su creación es tal que trasciende a los grandes problemas económicos, políticos y éticos del país de su época; problemas que, como ha sucedido en todas partes, de un lado alientan, y de otro limitan el desarrollo de las capacidades de las personas de toda condición. Luria, justamente por sus capacidades, no pudo recluirse en su mundo interno y doméstico. Como hombre universal tuvo que estar en el centro de las contradicciones sociales, haciendo tal vez lo imposible para mantener la perspectiva de su obra dentro de un humanismo que él hubiera querido escapara de los límites que imponía el poder. La Neuropsicología de Luria no es pues sólo un paso adelante de la Neuropsicología clásica occidental, ni tampoco de la de su época, que es ciertamente la del presente. Por la misma razón, su propuesta no es un promedio ni mucho menos una conciliación: la suya es el desarrollo de una ciencia que, gracias a él empezó a superarse a sí misma. Y decimos empezó, porque si él estuviera aún vivo, se hubiera regodeado con las avances de la tecnología actual, de la posibilidad de ver al cerebro en imágenes funcionales, la neurona y la sinapsis analizadas hasta sus constituyentes moleculares; hubiera asistido con nuevos argumentos al debate aún vigente del dualismo: hubiera tenido mejores respuestas a las contradicciones generadas en torno a la mente y el cerebro, la cognición y la emoción, el holismo y el localizacionismo, la diferenciación interhemisférica, la afectividad humana y la motivación. Pues está claro que ya vislumbraba las salidas correctas. Infortunadamente es un sino persistente que el científico siempre estará vislumbrando respuestas a sus interrogantes. Por eso, Luria, como en su momento Ramón y Cajal, o su maestro Vigotsky, sólo pudo anticipar respuestas, muchas de las cuales nos han mostrado su solidez, aunque fuera sólo para planteamos nuevos interrogantes. Consciente de los sesgos que nos imponen las propias preferencias personales, debo reseñar los aportes de Luria, que a mi juicio, más han contribuido al desarrollo de la Neuropsicología. Es lógico que esta reseña, y el análisis y la valoración de estos aportes, no debemos hacerlos fuera del contexto de la Neuropsicología cuyo inicio a fines del siglo XVIII se atribuye a Franz Gall, y de la Neurofisiología de su época que se remonta a Sechenov, Pavlov y Vigotsky. En efecto, Luria es, al mismo tiempo, continuador crítico de la tradición neuropsicológica clásica de Occidente, e iniciador de una Neuropsicología en la vena de Vigotsky, Bernstein, Anojin y Leontiev. El problema central que Luria encaró desde el comienzo de su carrera fue el mismo de siempre y, por supuesto, también el actual, el problema que Roger Sperry lo plantea muy bien cuando dijo en 1952 que: "La discrepancia entre los procesos fisiológicos del cerebro y las correspondientes experiencias psíquicas a las que dan origen en la conciencia, siempre ha planteado un desconcertante rompecabezas a los estudiosos de la psicología, la neurología y las ciencias relacionadas. A despecho del sostenido avance en nuestros conocimientos acerca del cerebro, la naturaleza intrínseca de la mente y su relación con la actividad cerebral, ahora sigue siendo más que un enigma, como lo fue cien años atrás".
Este fue, en efecto, el reto que Luria afrontó, y el suyo es el intento más serio por resolver el enigma de la mente y su relación con el cerebro. Como puede comprobarse fácilmente, todos sus escritos monográficos empiezan con una rigurosa crítica a las concepciones tradicionales planteadas en los términos del dualismo mecanicista o idealista, que, a decir verdad, aún siguen vigentes. Por eso, con esa actitud científica y ética propia de los grandes hombres, analizó, y refutó en su caso, las concepciones de los científicos que más llegó a admirar. En realidad, no creemos que las técnicas psicológicas de examen y de investigación que el mismo Luria diseñó para el estudio de los enfermos con lesiones del cerebro sean lo más rescatable de su aporte, más si sus pruebas son extraídas de su contexto teórico para convertirlas en meras instrucciones prácticas, como han hecho Christensen en Dinamarca y Golden, Hemmke y Purisch en Nebraska. Lo fundamental es comprender que éstas se basan en una concepción monista del hombre y del cerebro, una concepción que si bien se la pueda tildar de funcionalista, como muchos ya lo han hecho, se ubica detro de un humanismo científico, tal vez limitado por la carencia, propia de su época, de una visión más integral del hombre, que abarcara a todos sus niveles de organización. Por eso, partiendo de las ideas de Wiener y de Miller, Galanter y Pribram, pero en base a las ideas de Bernstein y Anojin, Luria interpreta y aplica mejor los desarrollos de las ciencias de los signos, la información y las comunicaciones. De allí que su concepción tripartita del cerebro, en línea con la tradición de Platón y Galeno, tiene una base sistémica. Su concepto de las tres unidades o bloques funcionales del cerebro, que extiende las ideas de Anojin sobre los sistemas funcionales del cerebro es ahora aceptada, aunque en verdad sin decirlo, por prácticamente todos los neurocientíficos de occidente, y su esquema aparece en todos los textos de psicofisiología como si fueran naturales. Es una concepción que la juzgamos fundamental para la comprensión del soporte funcional de la conciencia. Dentro de esta concepción suya, destaca su interpretación de la función de los lóbulos frontales. En todos sus textos fundamentales -"Las Funciones Corticales Superiores del Hombre", "El Cerebro Humano y los Procesos Psicológicos", y sobre todo en su conferencia del Simposio realizado en la Universidad de Pennsylvania en agosto de 1962 (Luria y Homskaya, 1964) sobre "La Corteza Granular Frontal y el Comportamiento"-, en todas estas obras, decíamos, su explicación se basa en conceptos informacionales. Su planteamiento señala que los lóbulos frontales constituyen la unidad para programar, regular y verificar la actividad personal. Aquí, sin embargo, todavía notamos la influencia de Darwin y la carencia de una teoría humanista de la emoción y la motivación, aunque, de hecho, en su libro más conocido entre nosotros "El Cerebro en Acción" (cuya verdadera traducción debería ser "El Cerebro en Trabajo") ya intuye la verdadera relación de esta parte del cerebro con estos procesos de la actividad consciente. La enorme importancia que Luria asignó al lenguaje, sin duda bajo la influencia de Vigotsky, tal vez fue la razón por la que en su trabajo de investigación acentuó la importancia del hemisferio izquierdo, un sesgo que, no dudamos al decirlo, no es una debilidad, sino el sesgo impuesto por las preferencias del investigador y las exigencias de dicho trabajo. El énfasis en la función lingüística del cerebro, que se condensa en su "Afasia Traumática" y sus "Fundamentos de Neurolingüística", no se reduce al diseño de las pruebas para el examen de los pacientes afásicos, sino, sobre todo, a la explicación de la fisiopatogénesis de los desórdenes psicolingüísticos. Aquí se nota claramente que no cae en las imprecisiones prevalentes del dualismo, y no discute si el desorden afásico es de naturaleza intelectual o simplemente instrumental. Su hipótesis acerca de "El Papel del Lenguaje en el Desarrollo de la Conducta" (título del libro respectivo), no nos presenta una mente separada del cerebro y el lenguaje, sino que plantea una explicación de la relación entre el significado de las palabras y el comportamiento objetual de la persona, que nos permite empezar a comprender el desarrollo formativo de la personalidad, aunque aquí, de nuevo, vuelve a notarse la falta de una concepción más avanzada de los procesos motivacionales y volitivos propiamente humanos. Luria sin duda cayó en la trampa de la fisiología de la motivación introducida por Freud, y esto le impidió relacionar la función cerebral y el sistema del habla con los sistemas afectivos y conativos de la conciencia. Por esta razón, la concepción luriana es un paso adelante, pero impedida de avanzar más, sobre todo por las limitaciones conceptuales de su tiempo. Tal vez la contribución de Luria a la comprensión de la memoria humana sea el área menos relevante de su obra. Aunque aquí también el maestro del Instituto Burdenko vislumbra la verdadera naturaleza de este aspecto de la actividad cerebral, queda, sin embargo, limitado por las propias concepciones del cognitivismo. Nos llama la atención, por ejemplo, que Luria no desarrollara la idea de Vigotsky de que "recordar es pensar". Si este hubiera sido el caso, tal vez hubiera podido definir y delimitar mejor los procesos del pensamiento en relación con la memoria. Según parece, el haber restringido la memoria a un proceso exclusivamente cognitivo, le impidió desarrollar la línea trazada por su maestro que ya había sugerido la necesidad de explicar cómo se integran el pensamiento y la emoción. Con todo, debemos señalar que la concepción de Luria sobre la memoria humana, ya remarca la importancia de la función prefrontal, el sistema límbico y las áreas basales, así como el papel del lenguaje en la organización del aprendizaje y el recuerdo. Ya hemos hecho referencia al aspecto ampliamente reconocido, aunque ahora distorsionado, de la contribución de Luria al examen clínico, esto es, la forma tan personal como aplicó el método clínico biográfico. En efecto, puede verse que como ilustración de sus textos abundan los relatos anecdóticos acerca de sus pacientes. No hay datos estadísticos o datos de población: los datos se presentan como explicaciones acerca de historias de individuos. Sus notables biografías como "La Mente de un Nemonista", "El Hombre con su Mundo Destrozado", entre otras, nos demuestran la bondad y la importancia de la biografía clínica como fundamento del método clínico que introdujera Hipócrates y alcanzara su mayor desarrollo en la neurología de fines del siglo XIX. Por eso debemos considerar un tributo a Luria y a la Neuropsicología clásica la aparición de la revista "Neurocase" que nos muestra como el método clínico del siglo XIX vuelve en plena transición al siglo XXI, lógicamente como un enfoque alternativo al estudio estadístico de grupos. Sin duda que la investigación del caso único, tiene una finalidad que está dentro de los objetivos del terapeuta, además de ser mucho más explicativa de los procesos internos, reales de la persona. Hasta cierto punto, tal vez hemos señalado ciertas limitaciones en la obra de Luria; pero debemos hacer aquí un deslinde entre las limitaciones de la Neuropsicología de Luria y las limitaciones de la Neuropsicología actual. Creemos que mientras para la neuropsicología actual, que de hecho rige en todas las escuelas dedicadas a esta área del conocimiento, sus limitaciones son de orden metafísico -tal como lo planteara el mismo Sperry- y por lo tanto será imposible que se superen a sí mismas, incluso con la ayuda de la tecnología más sofisticada. Las limitaciones de Luria, en cambio, fueron problemas de la historia real de la sociedad humana, de la época en sí. Por ejemplo, estoy seguro que si viviera habría podido desarrollar una teoría verdaderamente humanista de la emoción y la motivación, pues él mismo entrevió la necesidad de explicarlas y tenía definido el punto de partida. Sin duda que las circunstancias de la segunda guerra mundial, y sobre todo las contingencias políticas que vivió su país, crearon las condiciones para investigar aquellos aspectos de la actividad psíquica más prioritarios, como la rehabilitación de los heridos de guerra, la educación de los adultos y de los niños, especialmente aquellos con retardo mental. Pero esta restricción del campo de su investigación, no impidió que las áreas débiles fueran columbradas con la anticipación debida y dentro del contexto de la sociedad. Por esta razón, si es que debe continuarse la obra de Vigotsky, Leontiev y Luria, habrá que escoger entre dos alternativas. Por un lado, muchos de los conceptos y los procedimientos de investigación dejados por ellos, podrán tomarse como datos entre los cuales hay que escoger aquellos que pudieran añadirse como complemento de los vacíos de la teoría neuropsicológica actual. Por otro, si se hace justicia, tales conceptos y procedimientos deberán ser tomados como los cimientos de una concepción, de un proyecto de investigación, que tiene su propia cosmovisión y sus propios objetivos. Por lo que, si su desarrollo es posible, ya no importarán los hiatos de la historia. Recordemos cuánto han tenido que esperar Herófilo y Gall, para imaginar cuánto tendrá que esperar Luria para que las ciencias humanas puedan avanzar y desarrollarse corrigiendo sus posibles errores, pero respetando el objetivo original. No es pues correcto suponer, como lo hace Gardner (1987), que Luria fue fiel a occidente y que se vio limitado por el poder político de su época. Para nosotros, Luria fue más bien un bien intencionado integrador del conocimiento; respetó los aportes de la psicofisiología americana y europea, e intentó incluirla en su concepción socialista del hombre, la mente y el cerebro. Por eso, nos adherimos a la opinión de Critchley, quien al prologar el libro "Traumatic Aphasia" de Luria, cita lo que alguna vez proclamara Sydney Smith: "... mientras más lejos iba hacia el Oeste más convencido estaba que los hombres sabios vienen del Este ..."
Bibliografía
  1. Christensen, A. L. (1978) El diagnóstico neuropsicológico de Luria. Pablo del Río, Madrid.
  2. Gardner, H. (1987) Arte, Mente y Cerebro. Paidos Studio, Buenos Aires.
  3. Golden, C.J., Hammeke, T.A. y Purisch, A.D. (1978) Diagnostic Validity of a standarized neuropsychological battery derived from Luria's neuropsychological test. J. Consulting and Clinical Psychology. 46:1258-1265.
  4. Luria, A.R. (1966) Higher Cortical Functions in Man. Tavistock Publications. Londres.
  5. Luria, A.R. (1966) El papel del lenguaje en el desarrollo de la conducta. Texne, Buenos Aires.
  6. Luria, A.R. (1966) Human Brain and Psychological Processes. Harper & Row, N. York.
  7. Luria, A.R. (1968) The Mind of the Mnemonist. Basic Books, N. York.
  8. Luria, AR. (1970) Traumatic Aphsia. Its Syndromes, Psychology and Treatment. Mouton, La Haya.
  9. Luria, A.R. (1972) The Man with the Shatteres World. Basic Books, N. York.
  10. Luria, AR. (1979) El Cerebro en Acción. Fontanella, Barcelona.
  11. Luria, A.R. (1980) Neuropsicología de la Memoria. Alteraciones de la memoria en la clínica de las afecciones locales del cerebro. H. Blume, Madrid.
  12. Luria, A R. (1980) Fundamentos de Neurolingüística. Toray-Masson, Barcelona.
  13. Luria, A.R. (1986) En defensa del psicoanálisis. En: Cole, M. (Ed) The Selected Writings of A.R. Luria. Editorial Clave, Lima.
  14. Luria, A.R. y Homskaya, E.D. (1964) Disturbances in the Regulative Role of Speech with Frontal Lobe Lesions. En Warren, J.M. y Akert, K (Eds) The Frontal Granular Cortex of Man. McGraw-Hill, N. York, págs. 353-371. 15.Sperry, R.W. (1952) Neurology and the Mind-Brain Problem. American Scientist, 40:291-312.
(*) Profesor Principal de Neurología, Facultad de Medicina, y de Psicobiología, Facultad de Psicología. UNMSM. Profesor Principal de Psicobiología, Facultad de Psicología, Universidad de Lima.
ARTÍCULO PUBLICADO EN SITUA, REVISTA SEMESTRAL DE LA FACULTAD DE MEDICINA HUMANA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO, AÑO 10, Nº 19, SETIEMBRE-DICIEMBRE 2001.

1 comentario:

  1. Felicitaciones a quienes elaboran la presente página del ilustre Dr. Ortiz.
    Pero, no encuentro información sobre cursos o ponencias que dicta y a la que me gustaria asistir. Será mucho pedir.
    Ivett Cesar

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